Aún pienso en ella, fue tormentoso ese inicio y estrepitosa la separación y la distancia. “No soy para ella...”, eran las ideas que predominaban en mi cabeza. En toda la ironía que compete, no entiendo para qué insistir en que algo suceda, si luego todo sin razón se desvanece. En ese tiempo no hubo compromiso, los años han pasado y no la he vuelto a ver, no me busca, no la busco y parece que así es mejor.
Me enteré por amistades en común que le ha crecido el vientre, que todo el que la ve le pregunta si fui yo, pues solo a mí me han conocido; ¡malditos chismosos de barrio ..., no se les pasa una! Que esto lo comentaron frente a quien hoy comparte sus días.
-No me cuentes más- le dije a aquel amigo. Sé suficiente para dejar de pensar y empezar a olvidarla.
-¡Espera, falta más! -me interrumpe-, dicen que él le pega, que gritos y llantos se escuchan cerca de su puerta a media noche. Eso lo sé porque anteanoche la policía allí estuvo.
No pude escuchar más, dejé con la palabra en la boca a aquel amigo; entre la ira y dolor hilvanaba imágenes en mi cabeza de cómo librarla de aquel suplicio. Di mil vueltas la manzana y a casa al fin llegué, me senté en el sofá con el corazón a mil por hora, diciéndome cómo debo actuar.
Esperé las 00:30, silenciosamente cerré la puerta para que mi vieja no se alborote, avancé hasta su esquina. Las calles a esa hora aparentemente están desoladas, casi cerca los gritos se empezaban a aclarar:
-¡Por favor, así no vengas! ¡Vete donde tu mamá!
-¡Qué te pasa, puta´e mierda; de mi casa no me vas a botar!
Luego golpes secos, un gemido y después un grave alarido:
-¿Con ese cuchillo crees que me puedes matar?
Él gritó como cuando el odio se vuelve una debilidad. Desesperación, se mueve todo y la gente tras las ventanas atentos empiezan a generar un cuchicheo.
Llegué a la puerta, pregunté:
-¿Qué paso?
-Me puñeteó, reaccioné..., el cuchillo le he enterrao…
-Rápido, búscale en los bolsillos la llave.
Perdió de vista la cerradura y el candado, agitó unas llaves, estaba nerviosa.
-Creí que estaba sola dentro de la casa…
A los lejos se escucho el llanto de un bebé, que me transmitió la desesperación sin haber presenciado ese incomodo momento
Al fin pudo abrir la puerta… agarro al muchacho, un bolso con ropa, ¡la apuré !
Nos miramos un instante que fue la más hermoso y eterno en medio de toda esa ansiedad
- ¡Vamos! Le dije.
Y corrimos, corrimos y corrimos hasta desaparecer de la ciudad y de la vida de toda esa gente que está mas preocupada de otros que de sus propias vidas.
©️H. López G.