Si suena la alarma, la debes ignorar al menos tres veces, así que continúa acostado, de lado si es necesario. Da la espalda a los sucesos de las últimas 72 horas para calmar la bomba de pensamientos y anticipaciones; chispazos atómicos de futuro y pasado desforman la sucesión de los eventos que no te libran de culpa. Si no puedes resistir ante la desestructura de su cuerpo, oríllate en la cama y cavila maneras de meterle las manos dentro de su pecho para poder bombear su corazón cansado, dinsufla sus pulmones sopla sus fosas, su garganta para elevar su tórax como dos globos de felpa para prolongar un minuto, una macrodécima de vida y sus pupilas no se estrangulen, ni divisen el foco de la sala al final de ese microtunel.
La imagenotropía puede ser confusa entre la hipnagógica del sueño y el despertar de las muchas imágenes en la cabeza que no pueden ser olvidadas o son entretejidas a voluntad, incansable. A un par de horas del artilugio decide la bipedestación y empieza a dar en un salto de tiempo, apremia el paso de cada hora, mientras tanto inmovilízate tristechado para otra vez llegar tarde y fictuar, contrae los risorios sin mostrar los dientes en modo paraconciente, muéstrate acorde a su farisaica empatía porque tu ausentismo es la figuración amparada de la calamidad doméstica que genera cúmulos de trabajo que nunca quieren asumir buenamente.
Pasaron tres días en que se fue, ahora piensa que está sumergida en un hojaldre del sabor que adoraba (el chocolate) bajo una lápida sobre la hierba rapaz, donde es mejor proyectarla dormida entregándose a la catalepsis, impuntual como era, mientras degusta pacífica de su descanso.
H. López G.